Moverse en transporte público en Lisboa merece la pena, pero con matices. La ciudad cuenta con tranvías históricos, autobuses y una red de metro eficiente, lo que hace que sea relativamente fácil desplazarse sin necesidad de coche. Usar el transporte público es una gran opción para llegar a zonas más alejadas, como Belém o el Parque de las Naciones, y evita los problemas de aparcamiento y el tráfico del centro.
Sin embargo, Lisboa es famosa por sus colinas y calles empedradas, lo que hace que caminar pueda ser cansado y que algunas rutas de tranvía sean lentas o estén abarrotadas de turistas. Además, aunque el metro es práctico, su cobertura no es tan amplia como en otras capitales europeas. Para moverse por el centro, muchas veces es más cómodo y rápido ir a pie, pero para trayectos más largos, el transporte público sigue siendo una opción recomendable y económica.
Moverme en transporte público por Lisboa fue una experiencia de contrastes. Subir a los tranvías históricos fue una de las cosas que más disfruté, especialmente el icónico Tranvía 28, que atraviesa algunos de los barrios más bonitos de la ciudad. Sin embargo, la realidad es que muchas veces estaba tan lleno que apenas se podía ver el paisaje o moverse con comodidad.
El metro me pareció una opción práctica y rápida para ciertas distancias, aunque noté que no cubre todas las zonas turísticas, lo que me obligó a combinarlo con autobuses. En algunos trayectos, sobre todo hacia Belém, los autobuses funcionaron bien, aunque en horas punta podían ser un poco lentos.
En general, usar el transporte público en Lisboa fue útil y económico, pero también aprendí que hay que elegir bien cuándo y cómo usarlo. A veces, caminar era la mejor opción, sobre todo en los barrios más céntricos, donde las distancias son cortas y las vistas, inolvidables.