En tren hacia Lisboa: la forma más bella de llegar a Portugal

Depende de tu punto de partida, pero en muchos casos sí merece la pena llegar en tren a Lisboa. Si viajas desde ciudades de Portugal como Oporto, Coimbra o Faro, el tren es una opción muy cómoda y panorámica. Las líneas ferroviarias portuguesas son seguras, limpias y ofrecen vistas encantadoras del paisaje rural y costero.

Desde España, por ejemplo desde Madrid, el tren nocturno Lusitania fue durante años una alternativa popular, aunque actualmente las conexiones directas se han reducido. Aun así, hay combinaciones que pueden resultar interesantes si prefieres evitar los aeropuertos o disfrutar del trayecto con calma.

La ventaja principal del tren es que llegas directamente al centro, sin los traslados largos que implican los aeropuertos. Las estaciones de Lisboa, como Santa Apolónia o Oriente, están bien conectadas con metro, tranvía y autobuses, por lo que puedes moverte fácilmente hacia tu alojamiento o cualquier punto turístico.

En resumen: si vienes desde dentro de Portugal o te gusta viajar sin prisas, el tren a Lisboa es una opción excelente. Si vienes desde lejos, puede ser más práctico volar, pero siempre hay algo especial en llegar en tren a una ciudad tan bella como Lisboa.

Tuve la oportunidad de llegar a Lisboa en tren desde Oporto, y debo decir que fue una experiencia encantadora. El viaje duró unas tres horas, pero pasó volando: los paisajes cambiaban de colinas verdes a pequeñas aldeas, y poco a poco se iba sintiendo ese aire atlántico que anticipa la llegada a la capital portuguesa.

El tren era cómodo, con asientos amplios y enchufes, y lo mejor fue la tranquilidad: sin estrés de aeropuertos ni controles. Llegar directamente a la estación de Santa Apolónia, tan cerca del centro y del barrio de Alfama, me hizo sentir que ya estaba dentro de la historia y el alma de Lisboa apenas bajé del vagón.

También hice un trayecto más largo una vez, desde Madrid, cuando aún existía el tren nocturno Lusitania. Dormir mientras cruzaba la frontera y despertar con la luz de la mañana entrando por las ventanas del tren fue algo mágico. Lisboa apareció entre el río Tajo y las colinas, como una postal viva.

En resumen, llegar en tren a Lisboa fue para mí mucho más que un medio de transporte: fue una forma de conectar con el viaje, con el paisaje y con el ritmo tranquilo del país. Lo recomiendo a quienes disfrutan de moverse sin prisa y saboreando cada kilómetro del trayecto.