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Vimi Vera

Visitar el Castillo de San Jorge es como viajar en el tiempo, explorando la rica herencia de Lisboa mientras disfrutas de una de las mejores vistas panorámicas de la ciudad. Es un lugar imprescindible para cualquier visitante que quiera conocer más sobre la historia y la belleza de Lisboa
El Castillo de San Jorge es uno de los monumentos más emblemáticos y visitados de Lisboa, ubicado en la cima de una colina en el histórico barrio de Alfama. Este castillo ofrece no solo una rica experiencia histórica, sino también algunas de las vistas más espectaculares de la ciudad y el río Tajo.
El Castillo de San Jorge tiene una historia que se remonta a la época romana, aunque los restos más visibles hoy en día datan de la época morisca y medieval. Fue construido inicialmente como una fortaleza por los visigodos en el siglo V y más tarde fue reforzado por los moros en el siglo IX. En 1147, durante la Reconquista, el primer rey de Portugal, Alfonso I, lo capturó con la ayuda de los cruzados y lo convirtió en la residencia real. El castillo fue ampliado y fortalecido durante la Edad Media, convirtiéndose en un símbolo de poder y defensa.
Explora los puntos más destacados del Castillo de Lisboa.
Al recorrer las murallas y las numerosas torres del castillo, como la Torre de Ulises, puedes imaginar cómo los defensores vigilaban la ciudad y sus alrededores. Desde estas alturas, se obtienen vistas panorámicas de Lisboa, el río Tajo, y los barrios históricos de la ciudad.
En la Torre de Ulises, encontrarás una cámara oscura que proporciona una vista única de Lisboa en tiempo real. Este antiguo dispositivo óptico proyecta imágenes en una pantalla cóncava, ofreciendo una perspectiva fascinante de la ciudad.
Los jardines del castillo son un lugar perfecto para relajarse. Estos jardines están adornados con árboles y flores, y también albergan pavos reales que deambulan libremente. Los jardines proporcionan un contraste tranquilo con las antiguas murallas del castillo y ofrecen más vistas impresionantes de la ciudad y el río.
Dentro del recinto del castillo, hay un pequeño museo arqueológico que exhibe artefactos descubiertos en el sitio, incluyendo cerámicas, herramientas y otros objetos que datan desde la época romana hasta el período medieval. Este museo proporciona una visión profunda de la historia de Lisboa y la vida en el castillo a lo largo de los siglos.
La Plaza de Armas es el corazón del castillo, donde puedes encontrar cañones históricos y disfrutar de una vista panorámica de Lisboa. Este espacio abierto ha sido testigo de numerosos eventos históricos y ofrece una perspectiva imponente de la ciudad.

Si estás preparando un viaje a Lisboa, es muy probable que hayas visto fotos del Castillo de San Jorge. Imponente, sobre lo alto de una colina, dominando la ciudad con una elegancia antigua que impone respeto. Pero lo que no se capta en las fotos es la energía del lugar, lo que se siente al recorrerlo. Aquí te cuento todo lo que necesitas saber para que disfrutes al máximo tu visita.
Si estás en Lisboa, el Castillo de San Jorge es de esos lugares que te marcan el viaje. Caminar por sus murallas, mirar la ciudad desde lo más alto y sentir la historia bajo los pies no tiene comparación. Es un sitio con alma, con vistas que te hacen quedarte en silencio unos segundos, simplemente disfrutando.
La entrada general cuesta unos 15€, pero si eres estudiante, mayor de 65 o vas en familia, hay precios reducidos. Y si vas con peques menores de 12 años, entran gratis. Está bien organizado y puedes comprar todo online para evitar colas.
Una vez dentro, no solo estás en una fortaleza medieval: estás en uno de los puntos con más historia de Lisboa. Puedes explorar torres, murallas, jardines con pavos reales, restos arqueológicos, un antiguo palacio real y un mirador que te deja sin palabras. Hay hasta una cámara oscura que proyecta en tiempo real lo que pasa fuera. Es una pasada.
Lo recomendable es dedicarle mínimo una hora y media. Pero si te gusta hacer fotos, detenerte en los detalles o simplemente sentarte un rato a mirar la ciudad, puedes estar fácil dos horas o más. No es para ir con prisa.
El castillo es mágico al atardecer, cuando el sol cae sobre los tejados de Lisboa. Pero si prefieres menos gente, la mañana temprano es la mejor opción. La luz también es preciosa a esa hora y el ambiente es mucho más tranquilo.
Puedes hacer la visita libremente, pero también hay visitas guiadas en varios idiomas que te ayudan a entender mejor cada rincón. Si te gusta conocer la historia a fondo, merece la pena. También hay señalización y contenido interactivo.
La forma más cómoda es en tranvía (la mítica línea 28) o en tuk tuk, que además es divertido. También puedes subir caminando desde el centro, aunque es una buena cuesta. Eso sí, el barrio por el que se sube, Alfama, es precioso.Ubicación
Aunque la Lisboa Card incluye muchas atracciones top de la ciudad, el Castillo de San Jorge no está entre ellas. Aun así, la tarjeta puede ser muy útil si estás organizando varios días de turismo en Lisboa.
Te recomendamos comprar los tickets desde la web oficial para evitar colas, sobre todo en temporada alta o fines de semana. Es rápido, cómodo y puedes llevar todo en el móvil.
El castillo premia a quienes se organizan bien: hay descuentos para estudiantes, mayores de 65 años y entradas familiares. Además, si viajas con niños menores de 12 años, entran gratis. Una opción muy family-friendly.
No todo el castillo está adaptado, porque hay muchas escaleras y zonas irregulares, pero algunas áreas sí son accesibles. Lo mejor es consultar con el personal al llegar: son amables y suelen ayudar sin problema.
Pasear por las murallas y torres del castillo es, probablemente, lo más emocionante del recorrido. Las vistas 360º de Lisboa, el Tajo y los tejados rojos son algo que recordarás siempre. Imprescindible para los amantes de la fotografía.
Dentro hay una pequeña cafetería ideal para tomarte algo con vistas. Pero si te animas a salir y explorar, Alfama está lleno de restaurantes con encanto donde puedes probar cocina portuguesa auténtica sin alejarte mucho.
Uno de ellos es Clube de Fado, perfecto si te apetece cena con música en vivo. También Pois Café, algo más moderno, con buena comida y un ambiente muy tranquilo.
Los más pequeños disfrutan mucho del castillo: pueden correr por los jardines, ver pavos reales sueltos y subir a las torres como si fueran caballeros o exploradores. Es una excursión divertida y educativa a la vez.
El Castillo de San Jorge fue construido por los musulmanes en el siglo XI y conquistado por los cristianos en 1147. Más tarde fue residencia de reyes y bastión defensivo. Hoy, sus piedras siguen contando historias de conquistas, terremotos y siglos de vida lisboeta.
Lleva calzado cómodo. Parece un consejo básico, pero en serio: el suelo del castillo es de piedra irregular y hay muchas escaleras. También te recomiendo llevar agua, sobre todo si vas en verano, porque aunque hay sombra en algunas zonas, el sol pega fuerte.
Si puedes, compra la entrada online. Evitarás colas, que en temporada alta pueden ser largas. Y no te olvides de cargar bien el móvil o la cámara: las vistas merecen todas las fotos del mundo.
La muralla principal es un espectáculo, pero si quieres una foto de postal, sube a la Torre del Homenaje. Desde ahí se ve todo: la ciudad, el Tajo, los tejados, los barcos… Y si vas al atardecer, el cielo se pinta de naranja y oro.
Otra zona menos saturada pero muy fotogénica es el jardín interior, donde pasean los pavos reales. Si pillas uno con las plumas abiertas, tienes foto para enmarcar.
Después de visitar el castillo, lo ideal es perderse por Alfama. Es uno de los barrios más auténticos de Lisboa: callejuelas estrechas, ropa tendida en los balcones, fado saliendo de algún restaurante… Puedes caminar hasta la Catedral de Lisboa (la Sé) o asomarte al Mirador de Santa Luzia, que está a nada de distancia.
Si tienes ganas de seguir explorando, puedes bajar caminando hasta la Baixa y terminar el día por la zona de la Praça do Comércio.
Si solo tienes unas horas, lo mejor es subir directamente al castillo temprano (cuando abre) o hacia el final del día, para evitar multitudes. En 90 minutos puedes recorrerlo bien y disfrutar de las vistas.
Después, da un paseo relajado por Alfama sin prisa. Incluso con poco tiempo, esta combinación te deja una sensación real de haber vivido una parte muy auténtica de Lisboa. Si te organizas, puedes hacerlo sin correr y saborearlo.
¿Te imaginas caminar por un lugar que guarda siglos de historia y, al mismo tiempo, tener una de las mejores vistas de Lisboa?
Eso sentí la primera vez que visité el Castillo de San Jorge. Mientras recorría sus murallas antiguas, podía ver toda la ciudad a mis pies, con sus tejados color terracota y el río Tajo brillando a lo lejos.
Este castillo es mucho más que una fortaleza: es un paseo tranquilo, lleno de historia, rincones con encanto y vistas que te dejan sin palabras. Un buen consejo: ve al atardecer. La luz dorada sobre Lisboa es simplemente mágica.
Si estás en la ciudad, no te lo pierdas.
El Castillo de San Jorge es el lugar perfecto para desconectar, dejarte sorprender y sentirte parte de algo grande.
Subí al Castillo de San Jorge sin saber muy bien qué esperar. Había leído que las vistas eran bonitas, que era uno de los puntos más visitados de Lisboa, pero lo cierto es que llegué más por curiosidad que por entusiasmo. Me gusta caminar cuando viajo, perderme un poco, y ese día el camino me llevó hacia arriba, hacia Alfama, con sus calles estrechas, su ropa tendida y ese silencio antiguo que parece flotar entre las piedras.
El castillo aparece de pronto. No es majestuoso en el sentido clásico. No hay torres puntiagudas ni salas llenas de objetos antiguos. Es más bien una ruina cuidada, una muralla que ha resistido el tiempo. Pero hay algo en ese lugar que no se puede medir con fotos ni descripciones.
Recuerdo que caminé despacio, sin prisa. Me senté en uno de los muros, con los pies colgando, y miré la ciudad. Lisboa desde allí se ve como un recuerdo bonito: tejados naranjas, el Tajo brillando al fondo, la luz cálida que acaricia sin quemar. Me quedé en silencio. Y en ese momento me di cuenta de que lo que hace especial al castillo no es lo que tiene, sino lo que te permite sentir.
No hay muchas distracciones allí. No hay pantallas, ni ruido, ni guías insistentes. Solo tú, el aire, y la ciudad extendida como una manta vieja y hermosa. Y eso, al menos para mí, vale más que cualquier espectáculo.
También vi pavos reales. No me lo esperaba. Caminaban entre la gente con total indiferencia, como si fueran los verdaderos dueños del lugar. Me hizo gracia, y también me pareció tierno. Un toque surrealista en medio de tanta piedra antigua.
Sé que no todo el mundo siente lo mismo. Entiendo que alguien suba y diga “¿ya está?”, porque no hay mucho que “hacer”. Pero a veces no se trata de hacer. A veces se trata de estar. De parar. De mirar.
Según mi experiencia, sí, merece la pena. Pero no por lo que ves, sino por lo que se despierta dentro de ti cuando estás allí.
Por eso lo recomiendo, no como un punto turístico que “hay que ver”, sino como un lugar al que ir si necesitas un momento para ti. Para respirar. Para sentirte parte de algo más grande y más viejo que tú.
No sé si todos lo vivirán así. Pero yo, ese día, en ese sitio, me sentí en paz.
Y eso, al menos para mí, lo hizo inolvidable.

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Lisboa vibra entre colinas bañadas de luz, tranvías amarillos y el aroma dulce de pasteles de nata, fusionando historia y modernidad frente al Atlántico.
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